Zurceme
La ciudad de San Luis de noche, con la luna alumbrando. Bañados por la luz nocturna, MARTÍN (28), frágil y suave, cose un vestido puesto sobre FERNANDO (31). Sin quererlo, con la aguja lo lastima y antes de que Martín pueda empezar a pedir disculpas Fernando le da un beso fuerte y tosco que termina en abrazos enredados entre el vestido, los alfileres, y la cajita neceser desparramada en el piso, mientras se traslucen unas gotitas de sangre sobre la tela clara del vestido a zurcir.
Una vez ya amanecido, Martín prepara el desayuno para ambos. Se escuchan los sonidos de la ciudad mezclados con los maniquíes, los pósters, un bolso caja de Pedidos Ya y algunos tuppers limpios amontonados en la cocina. Fernando, hambriento, se despierta al oler el desayuno que prepara su novio y busca su espalda para abrazarlo y refregar su cara contra ella con sueño. Una vez ya desayunando, hablan casualmente de la obra teatral en la que trabajan, y un poquito de cómo a veces la madre de Martín, quien también participa de la obra, estorba.
Ambos entran al teatro, cargados de bolsas de ropa; Fernando además con la caja de Pedidos Ya, de la cual al apoyarla en las butacas saca de ella algunos cables extensores. Hay bastante gente yendo de un lado a otro y mucho bullicio, Martín se aleja de todo eso y se dirige al camerino de CELIA (60), su madre, una mujer mayor algo espamentosa, muy histriónica y coqueta. Ella está discutiendo con el EDUARDO (51), director de la obra, sobre el estado del camerino, al verlo a Martín entrar lo mira de arriba abajo y sigue discutiendo un ratito más, a lo que Eduardo, un hombre más mayor y cansado, decide irse sin más. Recién cuando éste se va, le presta atención a su hijo Martín con un beso exagerado en la mejilla para luego encerrarse en su libreto, cerrándose a cualquier tipo de diálogo. Martín intenta romper el hielo con charlas cortas y cotidianas, hasta que entra CLAUDIA (30), una mujer jovial y eléctrica, cargando algunas carpetas y revistas. Contenta lo saluda a Martín y luego le muestra algunas referencias de peinados a Celia, mientras comenta que fue mandada por el director a hacerle esa consulta. Martín vuelve al espacio enorme del escenario con las butacas, y se reencuentra con Eduardo para charlar sobre los avances en el diseño de vestuario. Eduardo está muy contento con el diseño y los avances, mientras ve el ropaje que trajo Martín, pero le hace saber su preocupación ante Celia que no está para nada entusiasmada con que su hijo la vista.
Envuelve un escenario oscuro, negro. Lo llena unas ramas de espinillo, y un NIÑO MARTÍN (9) chiquito, con shorts, desconsolado, con algo de tierra sobre su piel y mojado en lágrimas. Se le acerca una MONJA (40), llena de paz en su andar. Se sienta al lado de él, lo consuela y le consulta el porqué de su dolor. El Niño Martín le confiesa que le gustaría actuar como su madre en el acto escolar, pero que no le dieron ningún papel. La Monja, acariciándole el pelo, le asegura que existen otras formas de estar en el escenario. Saca de sus bolsillos ocultos hilos y agujas y le enseña al Niño a coser con el ruedo de su propia túnica.
Martín entra en una tienda de retazos. Por su tamaño y cómo están las cosas encima de otras, se nota que es barrial. Saluda a la encargada, le pregunta si hay un extra de ropa para remendar mientras le entrega una bolsa con prendas ya arregladas y le pide además un par de retazos.
Mientras arregla en su casa algunas de las prendas que le dieron en la retacería, llega Celia al departamento. Martín prepara una cena para ambos. Mientras comen, Martín le consulta a Celia por el pueblo, si algún día podía ir a visitarla, pero ella cambia de tema. En cambio, ella le habla con ilusión y cariño de cuando él era pequeño y dócil, que le gustaría tener nietos; empieza a hablar de Carmela y sus problemas con su último noviazgo, de cómo la maltrataba la pareja. Luego de comer, Martín cambia las sábanas de la cama para que Celia duerma en ella, mientras él sigue despierto tomando mate, sentado en la mesa de la cocina y dibujando telas mientras lee el libreto de su madre, escrito con la letra de ella.
Martín pasea por el centro, ya habiendo hecho unas compras. Recibe una llamada de Celia, que quiere pactar una cena afuera para variar un poquito sus llegadas a la ciudad. Al pactar, Celia cuelga la llamada para luego dirigirse a CARMELA (28), una chica pálida, dulce que ahora en el colectivo está ojerosa. Le habla de Martín y de lo contenta que está de que ella esté yendo a la ciudad. Carmela solo mira por la ventana con la mirada algo perdida.
Por su lado, Martín sigue camino, ahora con más bolsas. Escucha que lo llaman y le chiflan: son Fernando y Claudia en la vereda de enfrente. Éstos se cruzan, le ayudan con algunas de las bolsas y lo acompañan hasta su departamento. Invitan a Martín para ver películas en su casa, pero se niega ya que tiene el compromiso con su madre.
Ya de noche, Martín espera a la salida del restaurante. Está algo impaciente y hasta preocupado, mientras saca el teléfono para llamar a Celia es abruptamente abrazado y empujado por Carmela, que vino corriendo. Se saludan efusivamente y muy contentos, aunque Martín está algo confundido pero se imagina que es un arreglo de Celia, lo cual le da la razón al llamarla ésta diciéndole que le perdone, pero que no va a poder ir, que se siente mal pero que por suerte lo puede acompañar Carmela. Ya adentro y habiendo pedido, recuerdan juntos su niñez, sus travesuras, hasta que Carmela le comenta el motivo de su llegada a la ciudad: está intentando salir de una relación violenta. Martín y Carmela llegan al departamento de él. Mientras Carmela curiosea el lugar y parece sorprendida por todo lo que ve, Martín prepara la cama y un sillón pequeño con sábanas limpias. Mientras se lava los dientes, Carmela ya se acostó plácidamente sobre la cama de una plaza. Al ver que Martín elige el sillón, le pide que la acompañe para dormir. Insiste ante su negativa, hasta que logra que acceda al recriminarle que lo hacían durante la secundaria. Martín se acuesta boca arriba al lado de Carmela, tenso, y ella lo abraza y hasta intenta darle un beso no tan inocente al lado de la comisura del labio, a lo cual le responde alejando un poco la cara. Carmela recién nota que está tenso, y le invita a salir a pasear.
En la calle van los dos caminando lento. Carmela intenta tener contacto físico al tirarse para su lado. Sólo lo logra cuando pasan por al lado de un grupo de muchos hombres, donde Martín le pasa el brazo por encima para evitar que le digan algo. Ella sonríe, creyendo que por fin lo logró y sin enterarse de que los hombres la estaban mirando. Llegan a un edificio que les permite sentarse al lado de la pared, y empiezan a jugar con las manos.
El Niño Martín y la NIÑA CARMELA (9) juegan entre las piedras. Lejano a ellos, están las Madres, mientras tejen sentadas en reposeras y murmuran palabras inentendibles. La Niña las ve seriamente, para luego darse vuelta hacia el Niño, desnudarse el torso y pegarle un beso en la mejilla mientras lo abraza, él sigue coleccionando piedritas y ordenándolas sobre la tierra. Las Madres murmuran más fuerte y suenan las agujas de tejer.
Martín camina preocupado entre las butacas, mal dormido buscando a Fernando, a quien encuentra al lado de los tachos. Mientras Fernando acomoda las luces, Martín le da la noticia de la llegada de Carmela, y sus aparentes ilusiones, a lo cual Fernando le molesta de sobremanera: ¿cómo no va a decirle nada? Discuten, pero por encima y sin llegar a conclusiones. Contenta que no puede ocultarlo, llega Celia a preguntar por la noche de Martín y su cena, mientras físicamente aleja a Fernando de la conversación, quien cada vez está más molesto.
Ese día Martín llega a su departamento y lo encuentra no sólo reorganizado por Carmela, sino con olor de algo horneándose en la cocina. Carmela al sentir el ruido de la puerta se abalanza sobre él y lo abraza tirando todo su peso. Martín le devuelve el abrazo, un poco incómodo y atónito. A la noche, mientras Carmela está acostada, Martín da vueltas y vueltas en busca de sus herramientas. Carmela, sin inmutarse por lo que lo mueve a Martín a revolver todo, lo llama a la cama, a lo que él le hace caso a su llamado. Ya sentado Martín sobre la cama, Carmela se le acerca y le empieza a besar, el hombro, e incluso acerca su mano a sus genitales a lo que él le aparta la mano, la abraza y acurruca para que se duerma, que él no tiene sueño y tiene que hacer.
Durante la mañana, llaman al departamento de Martín a dejar una bolsa con prendas para arreglar. Mientras Martín las arregla, vuelven a llamar, esta vez es Celia. La deja pasar y mientras vuelve a su tarea, la madre revisa la pieza donde la ve a Carmela totalmente dormida a lo que se queda ella muy contenta. Después de revisar, se acerca casi como dando saltitos al comedor esperando a que su hijo la sirva. Aunque éste no la sirve, molesto, ella sigue en su fantasía y menciona, por fin, la posibilidad de que Martín y Carmela podrían ir al pueblo algún fin de semana. Al terminar unos puntos en una de las prendas, y con Celia ya algo molesta con lo que se tarda, Martín pone la pava para unos mates mientras Celia revisa un tupper que lleva en su bolso.
En el teatro se está ensayando. Martín y Claudia están sentados en las butacas, mirando al escenario. Entre ellos hablan, un par de comentarios sobre los actores. Llegan Celia y Carmela, cuando Claudia las ve le pregunta a Martín cómo le está yendo con la convivencia, no retándolo pero sí de una forma para incomodarlo. Martín le responde vagamente, sin querer hablar del tema. Carmela los saluda alegremente y va hacia ellos con un tupper de la mano, le da un beso y el tupper y se va. Martín se pone la cabeza entre las manos, cansado. Claudia, que desde hace poco empezaba a verse más pálida, empieza a sentirse peor y lo obliga a Martín a levantarse para irse corriendo. Luego de cederle el paso, mira a su madre arriba del escenario ensayando. Luego de un rato, se acerca a los camerinos y se encuentra a Claudia con Fernando abrazándola, mientras un hombre limpia el piso al lado de ellos. Martín preocupado, pregunta si ha pasado algo, pero sólo le responden que fue una descompensación por el calor.
Ya en su departamento, Martín está al lado de la ventana cosiendo. Entra Carmela, a lo que Martín le pregunta que de dónde ha sacado las llaves, a lo que es respondido con que es una copia de Celia. Martín agarra el vestido blanco que cosía en Fernando, y ve que ya no tiene sus manchitas rojas, sólo queda un rastro tenue como un fantasma. Carmela se acerca a él, lo besa en la frente y lo abraza, Martín se acerca el vestido a los ojos mientras solloza. Carmela le dice que le ama, y que se irá unos días al pueblo, por la familia, y que lo hará sola porque así lo tiene que hacer. Martín la escucha a penas.
Es de tarde, está lloviznando y hace algo de frío. Carmela, en la terminal de colectivos, está con un bolsito y tensa. Adentro del colectivo, se la ve algo asustada pero complentativa mientras limpia con la mano el vidrio de la ventana. Se pasa por la frente las gotitas de condensación y con el puño de su sueter liviano se refriega los ojos.
Martín, Fernando y Claudia están en un bar en una mesa que da a la ventana de la vereda. Claudia está irritada con que Martín no hable claro con Carmela, Fernando busca conciliar y Martín no sabe cómo hacerlo sin lastimarla, aunque menciona que desea aprovechar la situación para ir al pueblo a ver a Celia en buenos términos. Más molesta todavía, agarra sus cosas y los deja solos. Agrega la señora que entiende si ella le tiene algún recelo a esta joven, pero que pobrecita ya que no va a tener un buen final. Carmela asiente, le dice si, pero que no lo pueden evitar, debe estar tan enamorada como ella también lo estuvo. Después de una pausa, la señora le acaricia el hombro a Carmela y le invita a pasar.
Martín y Fernando van al departamento, se dirigen al comedor y se preparan algo para tomar. Discuten nuevamente, Martín se excusa con que ya lo hablaron en el café, que no quiere saber nada. Para evadir el tema, finge demencia y le empieza a hablar a Fernando de la obra y el autor (Lorca), mientras intenta contenerse. Martín confiesa que lo extraña a mares, Fernando lo abraza, Martín lo recibe necesitado, mientras le va sacando la ropa y lo lleva a la cama. Sin llegar a connotaciones sexuales, más bien caricias, se escuchan las llaves y los encuentra Carmela, ya regresada del pueblo. Ella empieza a llorar, ellos están inmovibles. Carmela empieza romper cosas, incluso las prendas del teatro, y grita. Martín y Fernando empiezan a vestirse lo poco que se han quitado mientras ella los amenaza con volverse a vivir al pueblo a su vida miserable con su ex pareja, retoma su bolso y se va. Martín y Fernando la corren descalzos. Al bajar a la calle, la ven subiéndose a un taxi y no la alcanzan, así que se toman otro en dirección a la terminal. Cuando Carmela ya se está por subir y pagar un boleto, la tiran para atrás y la convencen de acercarse. El colectivero se acerca, preocupado y sospechando de Martín y Fernando, Carmela aclara que está todo bien. Todos se piden disculpas entre todos y al colectivero también. Fernando llama a Claudia para preguntarle si le pueden caer los 3, Martín intenta abrazar a Carmela pero no se deja, Fernando con la mano le señala que ni lo intente. Ya en la entrada de la casa de Claudia, ella los recibe en pijama. Carmela sigue llorando y no habla. Claudia intenta hablarle pero termina guiándole para que entre y al rato vuelve para aclararle a Martín y Fernando que todo esto era previsible, que la hubieran escuchado antes de lastimarla. A la mañana siguiente en el departamento de Martín, Fernando está preparando el desayuno mientras duerme su novio. En cuanto va al baño, entra Celia con una bolsa llena de tuppers. Mientras los acomoda en la heladera, escucha cómo alguien entra a la cocina y le habla como si fuera Martín. Cuando cierra la heladera, se encuentra con que es Fernando y, horrorizada, camina apurada hasta la pieza donde lo ve a su hijo durmiendo. Enojada, va hacia la heladera y retira los tuppers recién acomodados y algunos más de la mesada. Martín acaba de despertar y ve a su madre apresurada, mientras ella se va él la intenta retener pero sin éxito. Fernando y Martín se miran el uno al otro, el último con culpa agacha la cabeza. Fernando toma los sanguchitos que estaba preparando y le ofrece uno. Ya en la calle, siguen comiendo el sanguchito, mientras miran vidrieras. Paran al frente de una librería llena de libros de autoayuda y, con el afán de levantar un poco los ánimos, le bromea a Martín con que esa estantería estaba dedicada a Celia. Al principio no le cae muy bien la broma a Martín, pero después la acepta y se ríen juntos, y continúan camino.
En el teatro, están Claudia, Celia y Eduardo discutiendo y mirando pelucas y peinados, mostrándoles fotos y dibujos. Celia, descontenta, rechaza todo, incluso lo que antes le gustaba. Claudia vuelve a retirarse descompuesta, a lo que Celia le presta atención. Ésta le vuelve a pedir encarecidamente a Eduardo que quite a Martín del equipo técnico, pero el director se niega. Llega Martín, y Eduardo se va sin saber qué hacer. Mientras, Claudia va corriendo al baño y en el pasillo la encuentra Fernando, que al verla pasar la sigue. Ya dentro de uno de los baños, Claudia vomita mientras Fernando le sostiene el pelo. Preocupado, le pregunta si está bien y, después de tomar coraje, también le pregunta si hay algo que él deba saber, “si es que está…”. Claudia lo interrumpe afirmándole en silencio. Fernando, abruptamente tímido se ríe, la mira completa y se abrazan emocionados. Fernando, mientras suelta algunas lágrimas, le pregunta por qué no le dijo antes. Ella le confiesa que tenía miedo. Él le pregunta si está contenta. Ella le responde, “por algo nos abrazamos, ¿no?”. Fernando le besa la frente y busca besarle en la boca, pero ella se lo niega, señalando el inodoro. Se ríen y él le da un ataque de besitos en el costado de su cara. Volviendo al camerino, Martín busca a Celia para habla y ésta sin ninguna pausa larga enojada lo reta por dejar a Carmela. Celia enciende un cigarrillo mientras, y al fumarlo tira la ceniza sobre las bolsas de Martín. Martín le recuerda que no debe fumar, pero no le hace caso. Se va él, molesto, dejando su trabajo detrás. Al alejarse se encuentra con Claudia y Fernando, mientras ella se pasa un papel higiénico por la cara. Fernando intenta contarle emocionado la noticia, pero Claudia lo frena. Martín, sin darse cuenta, pregunta por ella y por Carmela, por cómo va la convivencia. Claudia le asegura que está todo bien. Martín vuelve a entrar al camerino nuevamente, encuentra a su madre leyendo una revista. En el espejo, se ve a Martín recoger la bolsa con prendas, se aleja con ellas y sacude un poco la ceniza de cigarrillo que le cayó encima. Triste, nota que han dejado un par de agujeritos en la tela. Martín voltea al espejo para ver a Celia, entonces empieza a quemarse la lamparita que parece una luna y, al terminal de quemarse, Celia se queja.
El Niño Martín sale de una pila enorme de telas enredadas y olvidadas. Elige un par de ellas y los hace un bollito. Lo mete en un cuenco con agua pulcra, con una aguja enorme empieza a zurcir en el agua con un hilo rojo. Del agua saca un vestido, mira hacia arriba y llama a su madre. No obtiene respuesta, entonces camina arrastrando su obra, empapándose los pies y el piso. Llega al lavadero de la cocina, y lo apoya en una silla. La voz de Celia le pide que limpie la mesada. El niño agarra un trapo y limpia. Luego lo contempla, lo ve lleno de jabón y suciedad y mira a la silla, donde a su vestido le falta un trozo.
De vuelta en el departamento de Martín, éste y Fernando toman mate frente a la ventana. Fernando le pide disculpas por estar todas las noches ahí, pero que quiere que Carmela se acomode bien con Claudia. Martín le dice que no hay problema, que le gusta que esté ahí. Fernando le comenta sobre el embarazo de Claudia, a lo cual a Martín lo llena de alegría, lo abraza y felicita a Fernando y pregunta, genuinamente, si puede ser el papá también. Martín pregunta que cómo le cae esto a Santiago, el otro novio de Carmela. Fernando le dice que la verdad que no lo sabe, ya que hace mucho está “desaparecido”. Martín mira por la ventana y encuentra a Carmela en la vereda. La llaman y le dicen que van a bajar en un ratito. Se encuentran en la vereda los tres, Martín con una manta y un equipito de mate, Fernando con su mochila de delivery. En la glorieta de la plaza Pringles, los tres se acomodan y empiezan a tomar mate. Fernando cada tanto presta atención a la esquina donde paran los chicos del delivery. Carmela pregunta si conocen algún lugar donde pueda trabajar, Martín le promete ayudarle a buscar. Fernando luego de un rato se marcha con la mochila hasta la esquina. Ya solos Martín y Carmela, ésta le pide disculpas por lo que rompió en su departamento y si le puede ayudar a arreglarlo. Martín le dice que no se preocupe. Ella vuelve a preguntar, esta vez sobre cómo es la relación de Claudia y Fernando. Martín le explica cómo se manejan ellos, y Carmela queda algo sorprendida, como que no entiende mucho pero tampoco cuestiona.
Fernando llega a la casa de Claudia con un “mimo” para ella. No la ve, pero la escucha respirar raro y va a la cocina, donde la encuentra llorando sobre una butaca frente al microondas. Fernando deja todo lo que tiene encima y va hacia ella. La intenta contener, pero está en medio de una crisis. En una de esas, ella logra decirle, entrecortado, que Santiago no le contesta los llamados. Fernando le pregunta si él sabe del embarazo, y ella le responde que sí, que hace ya varios días y que desde entonces no le responde nada. La abraza, enojado. La lleva al baño y le empieza a preparar la bañera, le lleva el dulce que le trajo y la ayuda a entrar a la bañera, notándose un poco de panza en Claudia. Una vez que Claudia está dormida, Fernando le besa el hombro, sale de la cama y se va.
De forma rápida, llega Fernando en la moto a una farmacia. Al entrar, lo atiende Santiago. En el local hay dos señoras mirando un exhibidor y la otra pesándose, al verlo entrar lo saludan. Fernando le pide unos ibuprofenos para Claudia, y cuando Santiago le dice la cuenta, Fernando le pega en la nariz haciéndole sangrar. Algo tembloroso, pero no arrepentido, estira la mano para estirarle unas curitas que estaban en el mostrador. Santiago, haciéndose el canchero, le dice que eso no sirve para parar el derrame nasal. Fernando está como por volver a pegarle, pero en cambio se lleva los ibuprofenos sin pagar y se va. Las señoras se acercan al mostrador, y una le pregunta enojada que qué le hizo a Claudia. La otra se santigua y comenta que sabía que esto iba a suceder. Santiago sólo dice que no le debía nada, a lo que las señoras lo miran mal y se van sin llevarse nada, incluso al salir dejan uno de los peines que estaban mirando.
Martín y Carmela entran en la tienda de retazos y hablan con Camila, la encargada, en busca de trabajo para Carmela. Martín se va, mientras Camila le muestra a Carmela el lugar y le ofrece empezar al día siguiente. Carmela la abraza, y sale, a reencontrarse con Martín. Muy contenta, llama a Claudia, le comenta que va a pasar por el super para llevar un par de cosas a la casa y que consiguió el laburo. Al cortar, Carmela le dice a Martín que están invitados a ver pelis allá, para festejar su primer trabajo en la ciudad y que deben llevar un par de cositas más. Están los cuatro ya en la casa, Claudia en la cama eligiendo una película con su panza que cada vez se nota más y totalmente mimada por todos. Cocinan entre Fernando, Martín y Carmela unas pizzas. Cuando están llevando un par de cosas para la cama, Carmela ve cómo Martín y Fernando hablan a la panza de Claudia y la acarician. Un poco triste, se va a la cocina y solloza. Martín se da cuenta y la sigue. La abraza, le pregunta qué le pasa. Carmela le confiesa que siente algo de celos por la criatura, que va a tener dos papás y ella no tiene ninguno. Martín le explica que con el que le tocó, mejor no tener ninguno, y que además que no se preocupara porque ella tenía la suerte de elegirse uno (Dios). Carmela le dice que no se lo dice en serio porque él es ateo, a lo que Martín le pregunta: “¿vos lo sentís presente?”, “Sí” dice Carmela, “A veces”. “Me hace feliz que lo tengas” le dice Martín mientras le acaricia el pelo. Con gestos, la invita a unirse al resto para ver la película.
En el departamento de Martín, Celia está sentada en el comedor mientras sala un plato de comida. Carmela acomoda un par de maniquíes en el living. Martín se acerca a ella y le pide si le puede conseguir un par de cosas en la mercería, a lo que Carmela sale. La Madre come molesta y apurada, mientras ensaya con el libreto en la mano.
Carmela entra a la mercería, espera un rato a ser atendida hasta que llega GUILLERMO (34) a atenderla. Quedan un rato inmóviles mirándose, hasta que él rompe el hielo y sonríen.
De vuelta en el departamento, Celia sigue leyendo y comiendo. Martín le pregunta cómo está, que le hable, ya que desde que llegó no le dirigió la palabra. A lo que la madre responde enfada que él trata a Carmela como una esclava, y que es un ingenuo por no darse cuenta del embarazo de Claudia ya que por ello Fernando está formando una familia de verdad y que eso no lo incluye a él. Martín, ofendido, intenta explicarle que también forma parte de esa familia, pero ella lo niega. Martín le recrimina que no son como ella, que alejó incluso a su padre “de verdad” de él, y Celia, para no admitir sus errores, desvía la discusión a que si ese bebé no va a ser un nieto de verdad. Celia, cansada, intenta evadirse leyendo en voz alta el libreto pero Martín no afloja la discusión, hasta que a ella le empieza a doler la espalda y a sentirse mal. Martín llama a urgencias.
En el pasillo del hospital, Carmela acompaña a Martín. Llega corriendo Fernando, se sienta al lado y le coloca una mano sobre la pierna. A ellos llega un médico. Martín, Fernando y Carmela caminan por la calle. Intentando romper el silencio, dice que tiene hambre. Deciden comprar en una panchería cercana a la plaza. Martín espera afuera y entran Fernando y Carmela, para luego volver con 3 panchos y una botella de gaseosa. Se sientan en la vereda mientras Fernando le ofrece uno de los panchos a Martín, y comen. Fernando le hace mimos en la cabeza con la de él, como un gatito. Martín sonríe, lagrimea, come y devuelve el cariño.
En el escenario del teatro se encuentra todo abandonado, hay una reunión del equipo. Eduardo propone suspender por unos meses el trabajo, tanto por luto como por buscar una nueva actriz. Todos se acercan a Martín para darle el pésame y abrazarlo.
Carmela está trabajando en la retacería, algo triste y con poca energía. Termina de atender y Camila le pide que vaya a buscar unas cosas a la mercería antes de que cierre, dándole una listita. Cuando llega a la mercería, la vuelve a atender Guillermo, que la recibe con una sonrisa iluminadora. Rápido se da cuenta que está triste, mientras Carmela se pierde un poco. Olvidándose de la lista, le intenta inventar una excusa de porqué está ahí mientras mira todos los exhibidores hasta que se larga a llorar diciendo que no sabe. Guillermo la invita a pasar del otro lado del exhibidor hacia un lugar un poco más privado, le prepara una silla para que se siente y le soba la espalda. Carmela empieza a descargar la muerte de Celia, que siempre eligió mal a las parejas, que estaba enamorada de su amigo que “resultó ser gay” y que se sentía culpable de sentirse tan sola a pesar de que sus nuevos amigos de la ciudad la ayudaban mucho. Guillermo la consuela, algo contagiado por su llanto. Le dice que no debe perseguirse por sentirse sola, que todos tienen momentos así, pero que debe confiar más en el cariño de sus amigos. Le explica que lo de su amigo es un desafío de amor, para que aprenda a amar sin ser pareja. Le ve en la mano la lista, y sonriendo le pregunta si era eso lo que necesitaba llevarse. Carmela, sonrojada y avergonzada, responde que sí. Guillermo le dice que le prepara el pedido, cierra el local y que la invita a pasear después.
Es de noche, Fernando ya está dormido en el departamento y Martín intenta dormir, pero no puede. Mira desde la ama los maniquíes con sus prendas terminadas. Se levanta, y se dirige al comedor. A la mañana siguiente, Fernando se despierta solo y encuentra a Martín en ropa interior durmiendo sobre la mesa. Mientras prepara unos mates lo despierta suavemente a Martín. Mientras toman los mates con tostadas, con bastante silencio entre ambos, Fernando le comenta que va a pasar más noches con Claudia por el embarazo, por si sucede alguna emergencia. Martín empieza a llorar, y ante la insistencia de Fernando de saber qué le pasa, afirma que Celia tenía razón: que lo va a dejar y que él no es parte de su vida como familia. Martín se levanta y lo persigue Fernando que lo intenta contener, pero pelean y Martín intenta escaparse pegándole. Entre el manoteo de los dos, Martín rompe una vajilla y se lastima la mano. Mientras mira su sangre, Fernando aprovecha para poder abrazarlo e inmovilizarlo un ratito. Lo intenta tranquilizar, le promete que mañana va a volver. Martín se lo saca de encima, le pide que se vaya y le tira su mochila de delivery en la puerta de entrada.
Mientras, en la casa de Claudia está Carmela haciéndole trenzas en la cocina mientras están probando hacer un postre raro y hablan de cómo se adaptó ella en la ciudad. Caen visitas, son MARTA (73) y HECTOR (71), padres de Claudia, que vienen con un par de bolsos. Carmela los guía hasta la cocina, donde se reencuentran con Claudia muy felices. Claudia les ofrece quedarse en su casa, que ven la forma de hacer lugar para todos. Los padres se niegan ya que prefieren volverse a su ciudad en Córdoba el mismo día, pero que le traen cosas para la futura niña y algunos recuerditos de cuando Claudia era bebé. Claudia, con media cabeza hecha de trenzas, se levanta para terminar el postre mientras Carmela ve con entusiasmo las fotos. Comen todos el postre que se ve feo pero está rico. La madre le pregunta a Claudia si va a hacer los estudios de paternidad, Claudia dice que sí ya que la madre de Santiago tiene cierta enfermedad complicada. Marta le insiste en que tiene que, en caso de ser el padre, hacerlo responsable, pero Claudia no acepta. Héctor le pregunta a Carmela, sin saber cómo preguntarlo, si acaso ella también es “pareja de alguno” de ellos, a lo que responde que es sólo amiga. Los padres comentan “ah, vos sos normalita”, pero se ríen y lo dicen sin ninguna mala intensión. Marta le dice que igual es muy bonita como para estar sola, a lo que Carmela dice que le gustaría casarse algún día, y Claudia interrumpe mencionando que quizás hay algún pretendiente en la ciudad por el cual se adaptó muy bien, a lo que Carmela se pone roja y sonríen todos, a lo que cierra Carmela con “Puede que haya uno, pero en realidad fue gracias a Claudia, su novio y Martín”. Al irse los padres, Claudia les ofrece pedirles un taxi a la terminal pero no lo aceptan. Se va primero la madre recordándole que se cuide y que escriba por cualquier cosa que necesite, y que le insista a Santiago a pesar de que ella ahora no está de acuerdo. Cuando se queda el padre, le pone una mano sobre el hombro, y le dice simplemente en que confía en ella, que no tiene porqué seguir todo lo que dice Marta, aunque se lo diga desde el cariño. Le da un beso en la frente y se van. Carmela le comenta que tiene unos padres hermosos. Claudia dice que sí, que ha tenido mucha suerte a pesar de no estar de acuerdo en muchas cosas.
Carmela llama a la puerta de Martín y éste se la abre con un poquito de desgano, está un poco descuidado y adentro también. Carmela, al ver el estado del departamento, le propone ayudarlo a acomodar un poco. Mientras limpian, le habla de que vinieron los papás de Claudia y de cómo la burlaban con el “chico de la mercería”. Carmela le comenta que incluso la tercera vez que lo vio le lloró de todo, y Martín se ríe. “Es que vos fuiste siempre así, sensiblona” le dice Martín, a lo que Carmela le pega suavemente y en broma en el hombro. Llega más tarde Fernando, tanteando si es bienvenido. Al principio Martín no quiere recibirle, pero Carmela lo mira de lejos apresurándolo a recibirlo y Martín lo deja pasar. Fernando se suma a la limpieza y termina encontrando un vestido viejísimo que había hecho Martín de niño en una bolsa llena de retazos. Carmela lo reconoce al vestido, ya que es el de Celia. Ella lo agarra, y lo pone sobre uno de los maniquíes. Más tarde, Carmela se queda dormida en el sillón, mientras Fernando y Martín, sentados en el suelo, se dirigen las primeras palabras desde que llegó él. Hablan de Claudia, del funeral. Fernando le dice que Claudia ofrece su auto para ir todos al pueblo por el funeral. Se toman de las manos suavemente. Martín le pregunta, si hay posibilidad de que hoy se quede. Fernando acepta, mencionando que en todo caso se queda Carmela en la casa. Ya de noche, mientras duermen los dos, la luna llena se asoma por la ventana.
En el espacio oscuro, un espejo ovalado trizado se sostiene en el aire. El Niño Martín se acerca con bollos de telas que cuelgan de sus brazos y se arrastran en el piso. El Niño mira el espejo, y en uno de sus pedazos se ve a Martín.
Martín se despierta, mientras ve cómo le pega la luz de afuera. Se levanta y se acerca al maniquí vestido por Carmela, saca el vestido y lo da vuelta para ponérselo a sí mismo. Se acerca a un espejo, agarra una aguja e hilo y empieza a enmendar un agujero grande que se encuentra en el pecho. Toma de una caja los accesorios de Celia, los desarma y va bordando las cadenas y piedrecillas en el vestido.
El espejo del espacio oscuro está enmendado con hilos. El Niño Martín juega con los hilos, deshaciendo los nudos abajo del espejo.
Fernando maneja mientras va en la ruta recta. De copiloto está Martín, Carmela y Claudia van detrás. Están en silencio. Fernando le agarra la pierna a Martín, Carmela mira para abajo jugando con las manos como si sacará pétalos de una flor imaginaria y Claudia duerme con un pañuelo sobre su cara. Llegan los cuatro al pueblo, al funeral exactamente, en el cementerio. Hay muchas señoras mayores vestidas de negro, saludan con modestia a Martín y a Carmela, mientras miran raro a Claudia y a Fernando. Una de las señoras intenta darle noticias de su ex a Carmela, pero ésta decide no saber nada. Miran hacia el cajón siendo enterrado. A lo lejos, se lo ve a ROBERTO (69), padre de Martín. Las señoras vecinas lo miran con sorpresa y desprecio, algunos señores vecinos exclaman “el Tito”. Martín al principio no se da cuenta, pero uno de los señores lo palmea y le dice que es su papá. Martín se acerca a trotecitos hacia Roberto, mientras las vecinas hablan mal de él a Claudia. Cuando se encuentran padre e hijo, se abrazan. Las señoras dejan de hablar cuando ven el abrazo entre los dos. Mientras, “Tito” llora incontrolablemente. Luego de que pasa un rato, el padre exclama que pensaba que no lo quería. Martín le responde que nunca, aunque se haya olvidado su nombre y no haya sabido encontrarlo. Ya terminando el entierro, se van todos, excepto una señora que se va al último y se lleva uno de los arreglos florales que se dejaron sobre la tumba.
Pasean por el pueblo Martín, Fernando, Carmela y Claudia. Martín camina pensativo, mirando los mosaicos de vainillas y la cara sucia de lágrimas. Fernando lo tiene de la cintura mientras que, de una forma algo incómoda, le agarra la mano a Claudia que va detrás de él. En su trayecto se cruzan con un señor sentado en una reposera sobre la vereda, que los mira mal. Mientras bajan un poco a la calle para no molestarlo, Fernando nota su mirada, saca su mano de la cintura y los pasa al hombro de Martín con unas palmaditas. Claudia necesita ir al baño y se van con Carmela. Martín y Fernando siguen y llegan al centro del pueblo, donde se puede ver una plaza chiquita. Martín le empieza a comentar anécdotas de él con Carmela, como cuando miraban a los chicos jugar desde un banquito y señalaban cuáles les gustaban, agregando mientras ríe un poquito que por eso le parece raro que nunca se haya dado cuenta que era homosexual. Sale en conversación también los actos de la escuela católica, las charlas con la hermana Rocío (80) que justo se encuentra sentada en la plaza. Del kiosco donde justo se quedaron parados, sale OMAR (76) al reconocer a Martín. Hablan un poco sobre el entierro y, de una forma entre sutil y evidente, el señor intenta saber si son pareja y se da cuenta que sí, sin darle mayor importancia más que por saber el “chisme”. Les insiste en invitarles algo del kiosco y, mientras vuelven Claudia y Carmela, Fernando propone llevar algunos helados, llevan cuatro de naranja que hace la hermana Marta de la iglesia y si bien Fernando intenta pagar, Omar no lo deja. Agradecen y se depiden, Omar les hace una pequeña reverencia a las chicas, y se van a pasear a la plaza mientras comen el helado. Se cruzan con la hermana Rocío, quien tiene un lindo reencuentro con su ex alumno Martín, recordando lo bien que zurcía de niño y deseando que Carmela esté tomando mejores decisiones para su vida amorosa. Se queja un poco de la hermana Marta al ver los helados de naranja, dando a entender que anda en cosas raras, lo que sólo los hace reír un poquito. Rocío se va a descansar alegando que le duelen las piernas, después de dar el pésame y remarcar lo lindo de volver a verlos y de conocer a Fernando y Claudia. Cuando se aleja, comentan que siempre fue medio rebelde y que por eso mucho no la querían las otras monjas. Martín se aleja mientras todos se sientan en la glorieta para llamar a Eduardo, para avisarle que quiere reemplazar uno de los vestidos por uno nuevo que terminó hace poco.
Luego de 1 año aproximadamente, se restrena la obra, se ve a la actriz que reemplazó a Celia con el vestido enmendado con joyas y piedritas, el último que hizo Martín para la obra. En las butacas se encuentran Martín, Fernando, Claudia, VALENTINA (1) y CRISTIAN (27), se baja el telón y se escuchan aplausos. Festeja todo el equipo mientras el presentador despide a la audiencia. Entra por detrás del escenario Cristian vestido de traje con una botella de champagne y besa a Claudia mientras le alcanza la botella. Ella primero le pasa la niña a Martín, que le hace mimos, y luego descorcha la botella. Cuando ya pasa toda la euforia, afuera del teatro hablan de la boda de Carmela, que es al día siguiente. Cristian dice que no puede ir, por trabajo, pero que va a videollamar para saludar. Fernando le pregunta a la niña si acaso va a conocer dónde vive la tía Carmela, a lo que Valentina sonríe y se muestra contenta. Fernando la besa en la frente y todos miran con dulzura mientras despiden a algunos que todavía siguen saliendo del teatro.
En el pueblo hace un día precioso y soleado. La plaza está vestida de telas, flores y guirnaldas blancas con gris y dorado. Hay muchas mesitas irregulares con manteles blancos y bordados, sillas, reposeras y vajilla toda irregular. Se ven a algunos vecinos traer algunos vasos desde sus casas. Hay música, y en el piso de encuentra arroz, péalos y comida que se ha caído que algunos perros comen. Hay niños que corren y juegan con sus ropas claritas llenas de tierra mientras las madres los miran sentadas y les piden que por favor dejen de ensuciarse o de que dejen de hacerle daño a las nenas. Carmela, vestida de novia y desbordante de alegría, saluda a los invitados y pregunta si les falta algo. Llegan Martín, Fernando, Claudia y Valentina a la plaza, vestidos para la ocasión. Tanto el vestido de la bebé como el de la novia fueron hechos por Martín. Al encontrarse, se saludan efusivamente y Carmela da vueltas haciendo notar su vestido. Luego de dar vueltas, agarra a Valentina y le hace upa. Aparece Guillermo, el novio, a saludar, preguntar por el viaje y felicitarlos por el éxito de la segunda temporada. Claudia saca la atención de ellos diciendo que los que tienen que festejar ahora son ellos, por su boda. Carmela y Guillermo se dan un besito de nariz, luego ella le da la bebé a Claudia y se van los novios a seguir atendiendo invitados. Mientras están todos sentados, Fernando busca algo de comer, Martín ve a su papá Tito comiendo desde una servilleta y se saludan. A Claudia le llega una llamada, es Cristian por videollamada, y ella le muestra una visión panorámica de la fiesta. Llega Fernando con unos platos y servilletas y se mete en la llamada para saludar, diciéndole que se lo está perdiendo ya que está todo muy lindo y rico. Carmela se vuelve a acercar para saber si necesitan algo, y todos asienten que están bien. Carmela ve que Claudia está en llamada y, confundiéndose, saluda a Cristian como Santiago, pero sólo la burlan y no se lo toman en serio. Cristian la felicita y le da sus mejores deseos, Carmela le da un beso volador y luego pregunta en general si alguno quiere bailar con ella, ya que su novio está ocupado con la HERMANA MARTA (78). Todos miran hacia donde están el novio y Marta, y ven cómo ésta le pellizca los cachetes y lo reta cuando se equivoca con algún paso, lo que le da gracia a Guillermo. Tonteando, Martín dice que justamente lo tiene que salvar de la hermana Marta, pero Carmela le responde que es parte de conocer su hogar. Como nadie se ofrece, la novia le pregunta a Valentina si bailaría con ella, y la bebé intenta decir “tía” mientras estira los brazos hacia ella. Terminan la llamada con Cristian, e incluso lo despide una señora que estuvo mirando toda la llamada mientras comía torta, y le dice a Claudia que lo cuide porque es muy lindo, pero que igual la tuvo que acompañar al casamiento. Miran cómo Carmela baila con Valentina, y en un punto la novia los invita a sumarse, moviéndole el brazo a la nena para que también los llame. Se levantan, incluso Fernando con la boca llena, y se suman. En un rato, llega el Guillermo que se pudo librar de la hermana Marta, pidiendo rescate. Fernando le pregunta si después le toca a él bailar con Marta, a lo que le dicen que sí. Siendo una ronda muy grande, bailan como pueden en círculos y saltando. El viento acaricia los adornos de los árboles y el gacebo.
-
Constanza Valentina CattaneoWriter
-
Project Title (Original Language):Zurceme
-
Project Type:Treatment
-
Number of Pages:41
-
Country of Origin:Argentina
-
Language:Spanish
-
First-time Screenwriter:Yes
-
Student Project:No
Nací el 6 de febrero del 2000 en La Plata, Buenos Aires; aunque mis primeros años fueron en zona Sur (Florencio Varela) y luego en Merlo, donde viví gran parte de mi vida. Actualmente resido en la ciudad de San Luis. Mi mudanza a los nueve ha hecho que no sienta ser ni de aquí ni de allá.
Estudié Guión y Dirección de Cine en la Universidad de La Punta, cercana a la capital de mi provincia. Trabajo en proyectos de guiones, video-poesías, realizo ilustraciones, un futuro ciclo de cine y junto a un equipo de amigos de Neuquén y Cipolletti participo en la realización de videojuegos.
Como autora de la obra, deseo trabajar los trabajos familiares en los personajes, principalmente Martín. Cómo éstos atraviesan en sus decisiones, profesiones y hasta en la manera que se relacionan con otros. Y a su vez, cómo la ternura puede tomar distintas formas, en todas sus combinaciones, con cualquier etiqueta, por dentro y por fuera de la asociación por sangre. De forma secundaria, se generan subtramas relacionadas a la orientación sexual, las no-monogamias y la creencia cristiana, en un contexto que mezcla lo cotidiano de la ciudad y del pueblo con una dosis de teatro.